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La Champions Judicial

                                                 La Champions Judicial

 Los jueces de la Audiencia Nacional quieren seguir instruyendo causas planetarias, que diría Leire Pajín, mientras se les pudren las que los anglosajones llaman domésticas, o sea, las de andar por casa. Ayer mismo pasaron por allí los capos de la trama Gürtel, con esa pinta que tienen de haberse escapado de una comedia de truhanes de guante blanco, y se fueron a seguir disfrutando de su desahogada vida; llevan tanto tiempo empapelados que hasta les ha cumplido a algunos el máximo de prisión preventiva, cuatro añitos, sin que se divise el final de la instrucción del sumario. El caso Faisán, que parecía más sencillo de tramitar, se cocinó tan a fuego lento que acabó con el arroz pasado. Y por ahí andan aún en preliminares asuntillos como los de Bankia o Bárcenas, a cuyos acusados habrá que llevar a juicio trasladándolos no desde la cárcel sino desde el asilo. No es que los magistrados no trabajen, como sugería ese fiscal Bautista al que le sobraba tiempo para tuitear insidias burlonas, sino que tienen demasiado trabajo. Tanto que no se entiende bien el interés por complicarlo con expedientes como el del genocidio del Tibet o el de los hutus en Ruanda, sobre los que por lo visto ningún tribunal de la Tierra es más competente o diligente.

La impecable pasión justiciera de nuestros ropones de élite sería mucho mejor aceptada si su jurisdicción natural funcionase con la debida presteza. Con los deberes hechos nadie podría cuestionarles a los togados su saludable interés por impartir justicia en el universo mundo. El problema quizá no sea tanto del alcance de sus competencias, que es lo que cuestiona la nueva reforma legal, como del de sus esfuerzos. Los grandes casos internacionales, con su manifiesta repercusión mediática, son una tentación para el vedetismo judicial, virus contagioso que el hiperactivo Garzón expandió por la Audiencia antes de que el Supremo le administrara la vacuna antiprevaricadora. A cualquier profesional de mérito le envuelve en algún momento la sugestión de ascender por escalas de alto nivel, como los futbolistas destacados desean jugar la Champions. Llega un momento en que el trabajo cotidiano se vuelve espeso y rutinario y surge la lógica aspiración de involucrarse en misiones de mayor relieve. Pero ese es un derecho que hay que ganarse sin atajos. Ningún jugador va al Mundial- excepto Casillas, ejem- si no cumple antes en su equipo y en su Liga.

La realidad es que la AN no da abasto, máxime cuando la corrupción se ha convertido en una plaga nacional que requiere dedicación completa. En un sistema colapsado en el que se acumulan gigantescos atascos sumariales parece extemporánea, por simple pragmatismo, la atención a procedimientos penales remotos para los que existen instancias internacionales. La justicia no debe tener límites, pero su administración sí tiene compromisos. Y no se están cumpliendo.

IGNACIO CAMACHO en ABC

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